La Carta de los principios éticos y valores humanos que nos guían

Lo que guía nuestros talleres e intervenciones

En Reclownexion creemos que el teatro Clown es mucho más que una técnica escénica: es un camino de autenticidad, libertad y respeto de la dignidad. Nos inspiramos en la Carta del Bataclown, firmada por el fundador de Reclownexion, y hemos desarrollado nuestra propia Carta de Principios Éticos y Valores Humanos, que amplía y adapta esos fundamentos a nuestra práctica actual.

Esta carta guía a cada miembro del equipo tanto en la manera de facilitar nuestros talleres de Clown e improvisación teatral como en nuestras intervenciones en Barcelona, en El Masnou y en cualquier lugar del mundo.

Este compromiso garantiza que cada formación e intervención se desarrolle en un entorno seguro, inclusivo y creativo, donde la libertad y la transgresión propias del Clown se sostienen siempre en la responsabilidad y la profundidad del actor. Así, el humor y la emoción no son un simple juego superficial, sino una vía auténtica para favorecer la expresión artística y la expresión personal con respeto y conciencia.

Compartimos aquí la base de nuestra práctica para que sepas cómo y por qué trabajamos, y qué puedes esperar al participar en nuestros cursos, talleres o al colaborar con nosotros.

La Carta se organiza en cuatro partes:

  • I. Fundamentos del juego del Clown

  • II. Pedagogía de la animación

  • III. Normas deontológicas

  • IV. Intervención social

I - Los principios del juego del Clown

Artículo 1: El personaje del clown es un personaje ficticio.

El clown es un personaje ficticio. Es emotivo, capaz de experimentar toda la gama de emociones y sus combinaciones. Es excéntrico, ingenuo, en contacto con lo concreto, pero al mismo tiempo se desliza hacia lo imaginario, lo que mantiene un tipo de dramaturgia particular. Siempre está en relación con el público y en empatía con el mundo. A veces es cruel, pero nunca malvado, subversivo (no por voluntad propia, sino por su naturaleza profunda), pero sin juzgar a los demás ni al mundo. Es tan rico y único en su expresión como lo es cada persona. Esta riqueza se refleja en las diversas situaciones que es capaz de provocar y que no se limitan al deseo de tender una trampa al otro.

Al mismo tiempo que se involucra en las intrigas que teje, el Clown se ve a sí mismo vivir y nos lo muestra, sin ser complaciente consigo mismo ni engañarse sobre lo que representa. El Clown existe cuando vive su vida y su muerte simbólica en todo momento sobre el escenario. Su corta existencia en nuestra presencia es una prueba existencial para él. En esta ocasión, siempre nos enseña algo esencial sobre él, sobre nosotros y sobre el mundo. Estos rasgos genéricos del personaje constituyen un entramado general sobre el que cada actor-Clown teje su personaje único.

Artículo 2: el respeto al mito

El Clown es un mito que hay que respetar: el personaje viene de otro lugar y vuelve allí. Hay un misterio en la presencia del Clown en este mundo. No vemos al actor que hay detrás de la máscara de la nariz roja. Solo puede existir durante un breve instante (el tiempo que dura un espectáculo o una improvisación). El Clown no siempre está ahí con el objetivo explícito de encontrarse con un público y sus fragmentos de vida no son necesariamente un espectáculo o una actuación. Este último registro puede constituir una de las experiencias que puede querer vivir, pero no es necesariamente la principal.

Durante la improvisación del actor, el público asiste a un fragmento de la vida del Clown que existía antes de entrar en la sala y que seguirá existiendo después. Por último, el Clown no sirve para expresar de forma literal los estados de ánimo de la persona (en ese caso, se instrumentalizaría): su expresión se nutre de la persona, pero toma el camino de la transposición teatral, del símbolo y de la aparición de lo inesperado para existir.

II - La pedagogía

Artículo 3: el trabajo de expresión del actor

El principio básico se centra en la expresión personal del actor, ya que cada persona tiene en su interior un Clown por descubrir. En la línea de C. Rogers y Stanislavski, afirmamos que cada uno dispone de todos los recursos necesarios para hacer evolucionar su personaje en simbiosis con su evolución personal íntima. En estas condiciones, el animador Clown no tiene que orientar al actor en una dirección u otra, lo que sería competencia del director, sino acompañarlo en los descubrimientos que le pertenecen. Así, los recursos emocionales, la expresividad y la imaginación de la persona constituyen un capital precioso, que debe preservarse y desarrollarse, para alimentar al actor y dar vida a personajes únicos.

En definitiva, todas las personas tienen un Clown por descubrir, y no solo los mejores ni los que van más rápido que los demás. Para revelarlo, a veces se necesita tiempo, lo que supone aceptar sorpresas, rodeos, paradas, eclipses, rupturas. El animador confía en el proceso que permite a las personas expresar su potencial, dentro de los límites de lo que quieren y pueden expresar en un momento dado.

Artículo 4: expresión artística y rigor

Aunque el concepto de expresión artística supone un acompañamiento adaptado a la persona, esto no excluye, ni mucho menos, el rigor de un marco de trabajo propicio para la expresión personal. Este marco, a la vez seguro, benévolo y exigente, debe construirse y consolidarse con tenacidad. Busca estimular el juego creativo del actor, al tiempo que le da tiempo para asimilar, y combinar la precisión del trabajo escénico con la preocupación por la expresión y el desarrollo de la persona. De este modo, se puede proteger y desarrollar tanto la diversidad de los personajes como la autenticidad de las personas.

Artículo 5: la salvaguarda del trabajo teatral

Para nosotros, el trabajo del Clown es ante todo una actividad de expresión teatral. La improvisación debe entenderse esencialmente como una creación artística de uno mismo. Este postulado es la base del trabajo. Nos hace exigentes en la lectura rigurosa que hacemos de cada improvisación y en el trabajo de acompañamiento y retroalimentación. La improvisación reviste, por tanto, una especie de objetividad que se impone al público y, por ende, al actor: es ella la que permite ir lejos en la confrontación benévola, pero no complaciente, entre el animador, el actor y el público.

Nos preguntamos qué ha mostrado el personaje de los sentimientos de la persona y de sus actos. Este trabajo meticuloso con el actor no debe confundirse con sus efectos sobre la persona que da vida al Clown. El desarrollo personal es algo adicional, precisamente porque no es un objetivo primordial.

Artículo 6: la legibilidad escénica, esencial pero secundaria

El animador se ha formado para destacar la importancia de la legibilidad escénica. Sin embargo, esta llega después (y no secundaria). Este objetivo técnico no debe empujar al actor a anteponerla a la autenticidad de lo que expresa. El animador debe asegurarse de dar consejos y orientaciones técnicas solo una vez que se hayan reunido las condiciones de expresión y se hayan observado sus efectos.

Artículo 7: el animador como comadrona

El animador no dirige la actuación del actor, sino que lo acompaña. Es el facilitador de la expresión del actor, quien da vida a su Clown. En la animación, el único objetivo del animador es ayudar a las personas a descubrir su Clown. El actor es quien tiene las claves de su actuación y el animador está ahí para ayudarle a descubrirlas.

El animador interviene en el transcurso del trabajo con una actitud de escucha y observación benevolentes, con silencio, con información, preguntas e instrucciones. Vela por el equilibrio entre estos diferentes registros. En cualquier caso, sabe que la expresión nunca surge de la simple exhortación. Lo esencial es crear las condiciones necesarias para que la expresión surja en un clima de confianza y respeto.

El animador anima a los actores a adoptar una actitud reflexiva con respecto a su trabajo, lo que implica momentos de diálogo: las «retroalimentaciones». Estos momentos no se centran en una evaluación y no tienen como objetivo principal impartir consejos técnicos. La «retroalimentación» consiste, esencialmente, en dilucidar lo que ha sucedido para el actor o los actores, a partir de la identificación de las imágenes, las sensaciones, las emociones, los deseos, los límites, las defensas y las prohibiciones experimentadas durante la representación. Sobre esta base, el animador se informa, haciendo preguntas, antes de dar su opinión. La «retroalimentación» se articula en torno a la identificación de los registros del Clown genérico, los de cada persona y el análisis del juego y la dramaturgia. También es una oportunidad para celebrar la poesía y el simbolismo de los grandes momentos vividos gracias al Clown e identificar los grandes mitos que pueden dar sentido a la vida humana.

Artículo 8: dar tiempo al tiempo

El animador se toma el tiempo necesario para el nacimiento y el desarrollo de los Clowns. La construcción del personaje no es el resultado de un proceso programado de antemano, ni por parte del animador ni por parte del actor, sino que surge progresivamente. El papel del animador es ayudar a la persona a identificar los registros del personaje que han aparecido, a sentir lo que ocurre en su interior y a afianzar afectiva y corporalmente los aspectos positivos que han surgido, sin empobrecer al personaje con definiciones simplistas y limitantes.

Hay ensayos y errores, descubrimientos repentinos y períodos de vacío. El juego de la expresión escénica contribuye mejor a definir al personaje que las ideas preconcebidas del actor o del animador. Solo después de un trabajo suficiente se disipan las dudas sobre la existencia del personaje y el actor puede identificarlo y desarrollarlo mejor.

III - La deontología del trabajo del animador

La deontología se basa en una ética compartida por otras profesiones (cuidadores, psicoterapeutas, formadores).

Artículo 9: compromiso consigo mismo

El animador se mantiene modesto y lúcido: es «suficientemente bueno». Valora su trabajo y, al mismo tiempo, es consciente de la naturaleza de la relación que se establece entre él y los participantes. Es consciente de que están en juego fenómenos de transferencia, contratransferencia, proyección e identificación. En particular, mantiene una distancia con respecto a sus reacciones personales ante el juego del otro e intenta alcanzar la objetividad, recurriendo a la referencia teatral. De este modo, puede protegerse del riesgo de convertir al otro en «un clon de su Clown».

Se encarga de evaluar constantemente la calidad de su trabajo, ya que la «satisfacción» de los participantes no puede ser el único indicador. La evaluación se realiza mediante una autoevaluación sin complacencias, la coanimación y el análisis de la práctica (en visión conjunta o supervisión). En este sentido, la relación profesional con sus compañeros es esencial. El mantenimiento de una red activa es una condición valiosa para salvaguardar la calidad del trabajo.

Por último, se encarga de formarse de manera continua, en animación en el trabajo de Clown y en disciplinas relacionadas con la expresión artística y el acompañamiento de personas.

Artículo 10: compromisos con los participantes

En lo que respecta a los participantes, el animador se compromete a crear las condiciones para su seguridad física y psíquica, y es garante de las normas que se derivan de ello: previene los «pasos al acto» en sentido amplio (salidas del juego); no va más allá de sus competencias (en las disciplinas relacionadas con la expresión); vela por que cada uno tenga su tiempo de trabajo; vela por que las salidas del grupo durante el curso sean extremadamente raras; deja espacio para la expresión durante el curso (regulaciones) y, si es necesario, en privado, antes, durante y después de los cursos; vela por respetar la confidencialidad de lo que los participantes dicen en privado y de las cuestiones íntimas que se plantean en el trabajo escénico, sobre las que se abstiene de hacer interpretaciones.

El animador es el garante del marco general del curso, gracias al cual es posible la expresión personal y la confianza. Esto supone la elaboración y la aceptación de una disciplina colectiva: horarios, marco teatral y no terapéutico, respeto de las reglas del juego teatral y de las reglas de convivencia en grupo.

En cuanto al estatus de los protagonistas, si el animador es un «maestro», es porque domina y transmite una disciplina, y no en el sentido de pertenecer a un proceso duradero en el que los participantes serían participantes cautivos. Del mismo modo, los participantes solo son «clientes» porque pagan el precio del curso. Este, desde una perspectiva humanista, no es una mercancía como cualquier otra.

El animador y los participantes están vinculados mutuamente por un contrato, formalizado mediante la inscripción en un curso o ciclo, durante un periodo de tiempo determinado. El animador es garante del cumplimiento de este contrato.

Artículo 11: compromiso con la institución

Además del animador y el participante, siempre hay una institución, que es el marco de la intervención de animación. Es un lugar intermedio entre la individualidad de la persona y la sociedad. Es un tercero entre el animador y el participante. Va desde el contrato puntual y efímero hasta la institución en sentido estricto.

En el caso de que el contrato sea puntual, debe negociarse por adelantado entre el animador y los participantes. En el caso de que se trate de un encargo institucional, las prácticas deben negociarse por adelantado entre el animador y la institución contratante.

Una vez establecido el marco, incluso para un período corto, el animador respeta las normas establecidas, salvo en casos de fuerza mayor, evaluados con conciencia. Gestiona los posibles conflictos de intereses con discreción, transparencia y conciencia.

Artículo 12: compromiso con los compañeros

Se consideran compañeros todos aquellos que imparten cursos de expresión, pero prioritariamente los animadores que han aceptado firmar esta carta.

Las decisiones y prácticas de co-animación se toman siempre respetando las normas y necesidades de cada uno, cuando son compatibles, y las afinidades naturales.

Los animadores se esfuerzan por integrarse y cultivar la red de animadores que trabajan en la orientación del Bataclown.

Reconocen la legitimidad de la competencia, siempre que se base en criterios precisos, claros y transparentes. Para un servicio igual, los precios de la animación deben ser comparables. Cada uno debe poder situarse en función de su nivel, según su conciencia, sin sobrevalorarse, ni subvalorarse. Este principio no puede servir de pretexto para «romper los precios».

En términos de gestión, también se velará por «comparar lo que es comparable»: existen desigualdades en las cargas según los tipos de instituciones (cargas sociales, administrativas, etc.), pero esta realidad no debe servir de pretexto para fijar precios injustos, en un sentido u otro. Esta búsqueda de equidad solo es posible si hay transparencia en las cargas.

Por último, se velará por que la competencia no sea despiadada. Para ello, debe regularse mediante el trabajo en red. Aunque no se pueda definir la propiedad sobre territorios o instituciones, existen límites razonables. En cualquier caso, es deseable que los animadores se informen mutuamente de sus proyectos y resuelvan sus diferencias de forma amistosa, siempre que sea posible.

IV – La intervención social de los actores y actrices Clown

La intervención social de Clown es un acto delicado y profundo: el Clown es libre, imprevisible y auténtico; el actor/actriz Clown, en cambio, es quien asume la consciencia del marco, del cuidado y de la responsabilidad que hacen posible el encuentro. La ética de la intervención consiste en mantener viva esa libertad del Clown, sostenida por la atención, la preparación y el compromiso humano del actor/actriz que lo porta.

Artículo 13: compromiso con la organización

El actor/actriz Clown respeta el marco acordado con la organización que invita a Reclownexion. Ese marco es un espacio de confianza que permite al Clown expresarse libremente. La comunicación abierta y la cooperación son esenciales para nutrir la relación con la institución y para que cada encuentro tenga sentido.

Artículo 14: compromiso con la preparación y la memoria

El actor/actriz Clown se implica en la preparación de la intervención: se informa, investiga y reflexiona para comprender mejor el contexto y las realidades de las personas que serán encontradas. Con la misma dedicación, después de cada intervención participa en el intercambio colectivo de feedback y completa la memoria escrita, como forma de aprendizaje y de cuidado de la calidad.

Artículo 15: compromiso con el público

El Clown no viene a mostrar, sino a encontrarse. El actor/actriz Clown cuida que el encuentro se base en el respeto y la empatía. El centro no está en el Clown mismo, sino en la relación viva que se crea con las personas y con el grupo, donde incluso lo más pequeño puede convertirse en un momento de humanidad compartida.

Artículo 16: compromiso con los compañeros y compañeras Clown

Una intervención siempre es una co-creación. El actor/actriz Clown cultiva la consciencia del espacio compartido: saber tomar su lugar y también dejarlo, escuchar al otro, ofrecer “regalos” que permitan al conjunto brillar. El juego con las polaridades, el apoyo mutuo y la generosidad dan vida al grupo y multiplican la fuerza del encuentro con el público.

Artículo 17: compromiso con Reclownexion

El actor/actriz Clown es también embajador/a de Reclownexion. Esto significa participar con entusiasmo en la comunicación de las intervenciones, compartir la visión y facilitar que nuevas semillas de esta práctica puedan crecer. La pertenencia a Reclownexion implica un espíritu de colaboración y no de competencia: no se trata de cerrar puertas, sino de abrirlas juntos, evitando duplicar iniciativas en Cataluña bajo otra entidad. Así, el trabajo en común fortalece a todos y da mayor visibilidad e impacto a la acción social del Clown.

el clown espejo de la sociedad
”El Clown llama a la risa y a las vísceras, sin dejar de ser inocente. Puede chocar por ser sin filtro, y al mismo tiempo conserva una dimensión muy frágil.”
- Bonaventure Gacon